martes, 3 de marzo de 2015

FAMILIA GÓMEZ MIGUEL

PREMIO MUJER DE JOTA 2015
POR EL CENTRO ARAGONÉS




Semblanza biográfica de la Familia Gómez-Miguel, "Mujeres de Jota 2015"
 
La madre… y el padre.
 
 
Ferrocarril de Sierra Menera. Tras recorrer 200 kms., un convoy de tolvas vacías encabezado por una locomotora de vapor se aproxima a la estación término de Ojos Negros, Teruel. El maquinista, Vicente Miguel, a buen seguro piensa en su familia, que le espera. Una vez en casa, en el vecino Villar del Salz, les volverá a hablar de los colores del mar y de su brisa, de los naranjos y el azahar, de la suavidad del invierno, de la enorme fábrica que a todos impresiona. Posiblemente, en esos momentos no imaginaba Vicente que sus nietas y sus biznietas bailarían la jota en la orilla del Mediterráneo, pero así sucedería. Su hija Maruja es especialmente receptiva a lo que su padre relata sobre ese espacio junto al mar, el Puerto de Sagunto, un lugar donde, aunque quizás no lo supieran entonces, la jota aragonesa daba nuevos brotes. Por eso el primer hito de esta historia lo constituye la ilusión de Maruja de vivir, en ese futuro soñado, al lado del mar, en esta comarca valenciana de la que su padre siempre hablaba.
 
 
Puerto de Sagunto. Armando Gómez pertenece a ese amplio colectivo de personas que procedentes de otras regiones y comarcas de España se afincan en el Puerto de Sagunto atraídas por las oportunidades laborales que la siderurgia ofrece. Él procede de la Valencia interior, de Fuenterrobles, en la comarca de Requena-Utiel. El Puerto es un crisol de gentes. Armando traba amistad con aragoneses, incluso se integra en el Centro Aragonés como socio, atraído por su folklore pero también por esta sociedad cultural y folklórica, que además es centro de reunión, de ocio, de almalgama entre vecinos de tantas procedencias. Invitado por algún amigo, Armando sube a las fiestas de Villar del Salz y allí conoce a Maruja Miguel, a la que el arma no letal que es la amorosa y feliz saeta de Cupido, le unió para siempre. De esta manera, Maruja vio plasmada su ensoñación, pues a raíz de su boda con Armando, se convirtió en vecina del Puerto de Sagunto.
 
 
Las hijas.
 
 
En el Puerto de Sagunto nacerán Mª Carmen y Ana, homenajeadas hoy. Ellas se incorporarán muy pronto a este Centro Aragonés, lo que no tiene nada de extraño si consideramos la vinculación afectiva y el compromiso personal con el Centro de su padre Armando, que durante muchos años sería miembro de su junta directiva así como de la dirección de la Peña del Cachirulo. Mª Carmen iniciaba su trayectoria en el baile a los ocho años, mientras que Ana tomaba contacto directo con esta casa a los tres, cuando fue paje de la reina Rosarín Martínez. Tal como las hermanas dicen, “a partir de ahí, comenzaría un camino de 20 años de jotas y bailes, de vivencias y sentimientos hacia Aragón y hacia esta casa”. Ellas mismas desgranan toda su trayectoria.
 
 
Como bailadoras infantiles, aprenderán con diversos profesores: los hermanos Concha y Quique Pérez, Juan Salcedo, Mª Amparo Martínez, Marisol Estella y el gran coreógrafo Pablo Luis Maza. Recuerdan bien que pronto bailaron en público, Mª Carmen en Denia, y Ana en la Plaza de la Virgen de una Valencia en fallas. Y que, de la mano de Pablo Luis Maza, actuaron en muchos lugares, por ejemplo varios años en el Teatro Principal de Valencia. El paso al grupo de medianas y de ahí al de mayores estará jalonado por el dominio de una serie de jotas en secuencia progresiva de dificultad: en medianas, las “Seguidillas de Leciñena”, “Guara”, “Zaragoza”, “Alcañiz” cruzada y sin cruzar; y en mayores, la “Jota de Pañuelos”, seguida ya de todo el repertorio del grupo: “Campana de Huesca”, “Panderetas”, “Cantaricos” y “Sitios de Zaragoza”.
 
 
Mª Carmen y Ana desean resaltar la experiencia de sus múltiples concentraciones de Casas Regionales, con especial recuerdo a las de Teruel, Zaragoza, Huesca, Calanda, Calatayud y Egea de los Caballeros. La concentración es un evento especialmente ilusionante, un viaje lúdico y a la par emocional. Es una recompensa al esfuerzo realizado y produce un especial hermanamiento con los compañeros. Pero en lo emotivo hay otra faceta que las hermanas Gómez Miguel también han cubierto: representar a esta casa que para ellas ha sido fuente de satisfacciones. Mª Carmen fue dama en el año 1980 y Reina en el bienio 1984-86, en el que Ana la acompañó como una de sus damas. Es decir, el reinado coincidió con un período de crisis e incertidumbre en esta población por el cierre de la cabecera siderúrgica. Por eso quieren agradecer el esfuerzo de sus padres y de toda la población, que se movilizó, para asegurar un futuro viable.
 
 
            En un camino así de largo ha de subyacer una intensa motivación, y también la presencia de ese misterioso duende del arte escénico que se instala en el corazón y en la mente de los que son y se sienten artistas. La experiencia del baile de la jota se traduce en emoción, la emoción provocada por la secuencia airosa de los pasos, acompañados siempre por la música vibrante de la rondalla y las voces de quienes cantan. Mª Carmen y Ana ponen el acento en esa emoción que es hechicera por ser mágica, y en el placer de la responsabilidad satisfecha. Nos lo explican muy bien: “Siempre hemos vivido con emoción el aprendizaje de una jota. Cuando éramos pequeñas, por la satisfacción de aprender otra jota nueva y así poder bailar más veces y, poco a poco, ampliar el repertorio. Poder sentir la magia de combinar algunos pasos que ya sabes junto a otros nuevos para formar una coreografía nueva, y repetirla una y otra vez hasta hacerla tuya e interiorizarla. Ese aprendizaje de las jotas bailadas tenía su recompensa en cuanto salías al escenario y oías los primeros acordes de la rondalla dirigida en aquel entonces por el Sr. Emilio. El disfrute personal por bailar, unido a la responsabilidad de hacerlo bien delante del público y, sobre todo, en fechas tan señaladas como el Día del Pilar, cuando bailábamos en la plaza del Sol y venía a vernos multitud de gente, era una sensación de gozo y responsabilidad cumplida por llevar a lo más alto el nombre de Aragón y el de tu ciudad”. Añadamos que esa sensación de íntima felicidad tuvieron la ocasión de experimentarla en escenarios únicos, como la Plaza del Pilar de Zaragoza y en las actuaciones de nuestros cuadros en Francia e Italia.
 
 
Las nietas.
 
 
            Transcurre el tiempo, y la entrada en el mundo laboral y después la maternidad hacen que Mª Carmen vaya dejando lo que ella llama “la primera línea de su actividad en este centro”. Ana continuará unos años más en el baile, aunque también, por responsabilidades laborales, acabará dejando gradualmente la jota bailada. Pero la distancia obligada no será ni por falta de afecto ni de afición. Lo demuestra el hecho de que, con ayuda de sus maridos, José Luis y Roger, han ido retomando la pasión por el baile a través de sus hijas. El vínculo con la jota de Aragón de Mª Carmen y Ana era heredado de ese Villar del Salz en el que veraneaban, y también de la pasión que su padre Armando sentía por la jota, razón por la que durante varios años la bailaron en los festivales de verano de Fuenterrobles. Pero, ¿y la nueva generación? Son las nietas de Maruja y Armando, que de una forma natural, recibirían la herencia de la jota de sus propias madres. Tres nombres, tres personas jóvenes hoy también homenajeadas: Marina, su hermana Virginia y la prima de ambas, la pequeña Lucía.
 
 
            Y la tradición que determina que estas chicas hayan bailado y bailen la jota tiene como vehículo un traje de baturra, el que vistió Ana al comienzo de su andadura y cuya tela compró la madre, Maruja Miguel. Las tres nietas han reestrenado ese traje en el día del Pilar. Y las tres tienen ya un buen historial para su edad: Virginia empezó siendo paje de la reina Rosana Martínez a los cinco años, y estuvo bailando de los ocho a los catorce años. Virginia, con seis años, también fue paje, en su caso de Esther Villarroya, y ahora el baile constituye una de sus máximas aficiones. Lucía, la más joven, comenzó a bailar a edad muy temprana, por lo que es una de las bailadoras infantiles más veteranas.
 
 
            Esta bonita historia deja como testimonio que la tradición aragonesa ha sido un indudable nexo de unión, junto con el connatural lazo y afecto de la sangre, de la familia Gómez Miguel, y que el marco de este nexo lo ha proporcionado nuestro Centro Aragonés. Como testimonian Mª Carmen y Ana, nosotros también esperamos que sus hijas Marina, Virginia y Lucía no sean las últimas en disfrutar de ese traje de baturra que con tanta emoción conserva esta familia.

José Mª Prats Escriche
 
 
 

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