miércoles, 29 de febrero de 2012

PREMIO MUJERES DE JOTA 2012 "MENCIÓN ESPECIAL CONCHITA CARRILLO"

A TÍTULO PÓSTUMO...




La voz más inconfundible de la jota nos ha dejado en un día tan extraño como es el 29 de Febrero, tan extraño que solo ocurre una vez cada 4 años. Bien sabe Dios que se nos ha adelantó la enfermedad y la muerte a nuestro deseo de tributarle un Premio que bien se merecía. Siempre se dice que los homenajes deben rendirse en vida, nosotros también lo creemos así… pero con Conchita, desgraciadamente, no podremos cumplir nuestro deseo de haberle hecho partícipe de nuestros premios antes de que la muerte llamase a su puerta.


Conchita Carrillo ha sido, hasta el último de sus días, una gran Mujer de Jota: una mujer insustituible en la Jota. Tras de sí queda una estela de esfuerzo y trabajo en pro de lo que tanto amaba: la Jota Aragonesa. Tras de sí marcha la mayor ronda de joteros y joteras conocida nunca que lloran y lamentan, al son de los acordes de nuestra jota, tan tremenda perdida para Aragón y la Jota.


Allá va nuestro tributo y homenaje en memoria de Conchita Carrillo:


La organización de los Premios Mujeres de Jota, con el respaldo de la Junta Directiva del Centro Aragonés del Puerto de Sagunto, ha decidido entregar con carácter extraordinario y a título póstumo el Premio Mujer de Jota 2012 “Mención Especial Conchita Carrillo” a nuestra llorada Conchita. De manera que en el recital en homenaje a las premiadas del 2012, el próximo sábado 10 de Marzo, se recordará y homenajeará a Conchita Carrillo junto a las otras dos premiadas.


La recién creada “Mención Especial Conchita Carrillo” busca mantener vivo el recuerdo de la gran Conchita. Esta mención con su nombre será entregada con carácter extraordinario a Mujeres vinculadas a la Jota, que sin desarrollar su labor en el plano artístico (como cantadoras o bailadoras), hayan destacado por su aportación a nuestro folklore desde otras facetas.


Nos unimos al dolor, de todo el mundo de la Jota por tan tremenda perdida. Esperamos que nuestra iniciativa sirva para mantener vivo su recuerdo.



BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE CONCHITA CARRILLO


El pasado miércoles 29 de Febrero, en Zaragoza, se apagaba la que fue bautizada como ‘La voz de Aragón’: Conchita Carrillo, una personalidad imprescindible en la Jota en los últimos 40 años . Conchita había sentido desde muy joven la llamada del teatro y de las ondas. De niña, tras vivir en Quinto de Ebro, donde nació en 1928, y en Maella, huiría de los bombardeos de la Guerra Civil en unos sótanos de la avenida Clavé con su vocación de actriz: se disfrazaba con pelucas y sombreros, peinaba muñecas a las que hacía hablar y hacía “misas dialogadas”.


Un día, un fraile capuchino, que regresaba de un viaje de Alemania, le trajo una radio Phillips: en ella escuchó el último parte de la Guerra Civil y con ella se quedaba desvelada, hasta altas horas de la madrugada, cambiando de emisoras y oyendo música. Así nació su vocación. La muerte de su padre le obligó a buscar trabajo, hasta que en 1957, decidió presentarse a las oposiciones para la radio en la calle Almagro, donde se encontraría con muchos de sus ídolos y con figuras emergentes en la radio de entonces. Conchita recordaba así aquellos días de sus inicios: “Era una radio entrañable y preciosa. Era como un sueño de hadas... al entrar todo parecía un poco destartalado, pero luego veías las cortinas donde solía tocar Pilar Bayona y la Orquesta Aragón, aquellos micrófonos tan evocadores”. Se inició los domingos en el programa dominical ‘Toriles’, más tarde en el concurso ‘Lo toma o lo deja’, luego formó parte de un colectivo para la leyenda: ‘Estudio 7’ y de ahí pasó, ya en los 70, a conducir el programa ‘Aragón’, de barniz costumbrista y popular. Y así fue como Conchita se convirtió en una voz familiar, en una voz de compañía, atenta a las pequeñas cosas de la vida, de las gentes y los pueblos. Tenía algo de sacerdotisa dulce y paciente y de consejera de la tribu. Y así fue como la radio se convirtió en el eje de su vida, como ella misma confesaba: “La radio, Radio Zaragoza, ha sido mi vida entera. Ha sido lo más hermoso de mi vida: en lo íntimo, en lo espiritual y en lo más hondo. La radio ha sido mi refugio y paraíso”.


Pero, también, el nombre de Conchita Carrillo se halla estrechamente vinculado a la jota aragonesa y, especialmente, al certamen «Demetrio Galán Bergua» de Radio Zaragoza, del que fue presentadora y verdadera «alma mater». Aficionada a la música desde muy niña, halló en la jota su mejor acomodo: fue la presentadora de programas, de festivales, de concursos. Era amiga de Jesús Gracia, José Iranzo ‘El Pastor de Andorra’, Jacinta Bartolomé, Angelines Hernández, entre tantos y tantos nombres. Su casa estaba llena de recuerdos, de objetos, de diplomas, de infinitos gestos de cariño.


Su trabajo como locutora, junto a su prolífica labor de promoción y difusión de la jota han sido reconocidos con numerosos premios y distinciones: Medalla al mérito profesional de la DGA, Medalla de Oro de Santa Isabel de Portugal, Jotera de Honor de la Diputación Provincial de Teruel, Primer Cachirulo de Oro de Teruel y también de la Peña Cuna El Cachirulo de Calatayud. El Ayuntamiento de Zaragoza le dedicó una calle.


Hoy nuestro Centro Aragonés, quiere reconocer su generosa aportación a la Jota Aragonesa y su arduo trabajo de defensa y divulgación del folklore aragonés con el Premio Mujer de Jota, a título póstumo. Asimismo, en un gesto por mantener viva la memoria de Conchita Carrillo y los valores que transmitió a varias generaciones de joteros y joteras, se decide crear la “Mención Especial Conchita Carrillo” a los Premios Mujeres de Jota. Una mención especial, que reconocerá la labor de Mujeres que se destaquen por su aportación a la jota en otras facetas distintas a las propiamente artísticas (canto, baile y rondalla).

martes, 28 de febrero de 2012

Mª CARMEN GALINDO MIGUEL

PREMIO MUJERES DE JOTA 2012 POR EL CENTRO ARAGONÉS












Aunque esta historia no empezó así, para esta semblanza puede representar un buen comienzo. Es una noche de verano de hace unos doce años, el Centro Aragonés del Puerto de Sagunto ofrece un recital en la turística Cullera. El cuadro de baile, con el fondo de la rondalla y las jotas de acompañamiento, evoluciona sobre el escenario. Una persona del público, de Madrid quizás, realiza un comentario reseñable: “esa chica, por como baila, se diría que tiene formación de danza clásica”. El comentario se refería a Mari Carmen Galindo, entonces profesora del grupo, y bailadora activa. No obstante, el bienintencionado comentarista, se equivocaba; lo que interpretaba como formación de danza clásica, era en realidad el resultado de una combinación de amor por el baile de la jota, de una elegancia innata, y de la depuración técnica que Mari Carmen había alcanzado de la mano de un bailador también portentoso, el profesor y coreógrafo Pablo Luis Maza.

Como en tantos otros casos, es indudable que la ascendencia aragonesa es determinante para explicar la relación con la jota de Mari Carmen, nuestra homenajeada: sus ancestros maternos, hasta donde se pierde la memoria familiar, son todos turolenses, la mayoría de Villar del Salz. Así pues, a la edad de cuatro años, en el Pilar de 1972, ya la vistieron de baturra; y justo dos años después, en el Pilar de 1974, sus padres, a raíz de una conversación con Armando, un tío de Mari Carmen cuya hija bailaba, y con el propio profesor de baile, Pablo Luis Maza, decidieron inscribir a Mari Carmen en el grupo de educandos de baile para el siguiente curso. De esta forma, en febrero de 1975, quedaría integrada en el grupo de bailadores infantiles, y poco después en la rondalla, si bien su mayor predisposición y su embelesamiento por el baile la llevarían, al cabo de unos pocos años, a centrarse exclusivamente en éste.
Mari Carmen comenzó, pues, muy joven, a los seis años, con Concha Pérez como profesora del grupo infantil, mientras que Pablo Luis Maza lo era de los mayores. Tal era su interés que la primera recompensa llegó pronto, pues en su primer verano como bailadora ya fue reclamada por Pablo Luis Maza para intervenir en las actuaciones contratadas. Y muy pronto también, a los once años, fue llamada a integrarse en el grupo mayor. Así lo resume Mari Carmen: “una vez dentro, todo fue rodado… sin darte cuenta, hoy bailas una jota, mañana dos, luego todas y, de repente, estás delante en el escenario… A mi me encantaba aprender pasos y luego ver que era capaz de combinarlos con otros, mientras levantaba los brazos y tocaba las castañuelas, al tiempo que sonaba la música y se cantaba”.
Lo llevaba dentro, por eso lo suyo con el baile fue un flechazo, un reconocimiento de sí misma, una pasión íntima que la embrujó para siempre. Mari Carmen llegó súbitamente a la conclusión de que el baile “era lo que más le gustaba y que no quería dejarlo”. Recuerda que “de niña deseaba que fuese siempre día de ensayo”, mas no le bastaba con su propio ensayo, por eso se quedaba a contemplar los bailes de los mayores, hasta que éstos concluían. Sus padres la secundaban con su sacrificio y su paciencia: la llevaban, la traían -en la moto de su padre, o andando un largo trecho-, y se esperaban hasta el fin de todos los ensayos… es algo que les agradece en el alma, porque para ella, haber descubierto el baile de la jota ha supuesto una forma de felicidad. Felicidad que Mari Carmen relaciona con una sensación de libertad, que es la libertad propia del creador, del artista, algo que sublima al ser humano y lo acerca a lo divino: “me siento bien cuando bailo la jota porque puedes expresar mil sentimientos, es una sensación de libertad mientras te mueves que no se puede describir. Es algo que te envuelve, pero sólo sabes lo que es cuando lo sientes, cuando lo vives”. Y por supuesto, el arte, en este caso el baile, es también técnica, cuya madurez Mari Carmen aprendió de Pablo Luis Maza, de quien escucharía: “el baile uno lo tiene que hacer bonito de cintura para arriba, con los brazos, la cabeza y las castañuelas, de ello depende que sea elegante”.

Aunque la faceta de bailadora ha sido su principal motivación, de su amor por la jota ha derivado también la responsabilidad y el compromiso de enseñarla. En 1990 Mari Carmen se convierte en profesora de los educandos y del grupo infantil. Unos años más tarde lo será del grupo mayor. En ambos casos, se trató de sustituir a profesores que por decisión propia dejaban vacantes sus puestos. Aceptó gustosamente pese a que ello la apartaba parcialmente de lo que era la fuente de su satisfacción; la vivencia íntima y personal del baile.

No obstante, confiesa que fue una labor gratificante “esforzarse para que en el escenario las cosas se desarrollen como tú has planteado trabajando con el grupo día tras día. Ves cómo evoluciona la gente a la que estás formando y, cuando salen, confías en que lo hagan bien, pero a la vez dejas de poder controlarlo todo y eso hace que lo pases un poco peor”. Pero “obras son amores”, así muchos componentes del actual grupo de mayores son los primeros niños a los que ayudó a formarse en el baile. Cuando eran pequeños tuvo la gran satisfacción, como todos los profesores de niños, de verlos bailar por primera vez en público. Si bastantes de ellos siguen bailando hoy, después de 22 años, dice Mari Carmen, “es que alguna cosa hicimos bien, porque llegaron a amar la jota tanto como yo”.

Toda esta pasión por la jota ha tenido también una amplia proyección exterior: Mari Carmen ha bailado la jota en Francia, en Italia, por todo Aragón y por buena parte de España, en variados escenarios: castillos, teatros como el romano de Sagunto, el Principal de Valencia o el Fleta de Zaragoza, hoteles… Son andanzas extensas en el espacio y en el tiempo, y por ello trufadas de anécdotas, unas sabrosas y otras pesarosas, que van desde el hundimiento de un escenario hasta que se les quemara un autobús, pasando por la pérdida de equipajes o por aquella que ella misma detalla: “llegados un pueblo para una actuación, nos dejaron una casa para vestirnos y cómo se nos quedó el semblante cuando nos dijeron que había que salir de la casa por el balcón... afortunadamente resultó que el balcón daba directamente al escenario y todo quedó en el susto... pero lo mejor fue cuando, una vez fuera, vimos a los miembros de la rondalla subidos a un tractor para tocar”. Pero quizá la anécdota más personal y especial es la que le sucedió a los 8 años de edad en el Teatro Principal de Valencia, al que Pablo Luis Maza la invitó para bailar con el Centro Aragonés valenciano: “todo fue bien hasta que llegó la despedida del bolero de Caspe, cuando todos se quedaron de pie y yo, en el medio, arrodillada. Al acabar le transmití a Pablo Luis mi disgusto, pero él me cogió del hombro y me dijo: ‘Imagínate si te llegas a quedar tú de pie y todos los demás de rodillas’".

A lo largo de su ejecutoria, Mari Carmen se congratula por haber tenido la suerte de bailar acompañada por la voz de grandes joteros como el pastor de Andorra, Vicente Rubio, Bienvenida Argensola, Vicente Olivares, José Antonio Lázaro, Sagrario, Jesús Benito... y, además, por haber conocido a bailadores de la índole de José Miguel Pamplona, Carlos Gil, los hermanos Navarida, Nacho Martín, etc. Y, entre todos, a Pablo Luis Maza, con el que aprendió, al que admira profundamente y del que, en una ocasión, fue pareja de baile.

Mari Carmen no ha sido bailadora de concursos, por lo que no ha experimentado nunca la sensación de ver su nombre en un palmarés, salvo cuando, siendo profesora de los educandos, participo con el grupo de mayores en el concurso Ciudad de Tauste, donde se obtuvo un segundo premio. Pero sin desmerecer jamás la satisfacción objetiva e indudable de obtener un triunfo ante un jurado, en el caso de Mari Carmen, su triunfo ha sido más bien el fruto interior, privado, de una relación íntima entre ella y ese baile de la jota que la eleva sobre las limitaciones de lo cotidiano.

Otra faceta de esta proyección exterior al baile la constituyen sus cargos de representación: Mari Carmen ha sido Dama, Real Moza de la Peña El Cachirulo, Reina de este centro aragonés, Reina de la Federación Valenciana de Casas y Centros Regionales, y, como colofón, Reina Nacional de la Federación de Casas y Centros Regionales de España en el bienio 1990-1991. Y poco faltó para que fuese “Reina de España”, como ella misma nos relata: “siendo Reina Nacional, fui invitada a un certamen literario, donde fui presentada, ante el asombro de la gente, como la Reina de España, sin agregar que lo era de las Casas Regionales. Al terminar el acto y volver a ser presentada, esta vez ya correctamente, como Reina Nacional de las Casas Regionales de España, me regalaron un libro con la siguiente dedicatoria: ‘A Mari Carmen, Reina de España, con el permiso de Doña Sofía’".

Además de la satisfacción por la confianza que sintió depositada en ella como representante de los aragoneses y de todas las Casas, tuvo también la de conocer durante esos años a diversas personalidades del cine, la cultura y la política, así como la de recibir un trato siempre exquisito por parte de todo el mundo.

Despidámonos, sólo hasta luego, con unas palabras literales y muy sentidas de la propia Mari Carmen, que resumen su trayectoria vital junto a su familia y la jota: “para mí la jota es una forma de vida, y durante muchos años fue sin duda alguna el centro de mi existencia. Echo la vista atrás y no concibo la vida sin la jota, ella ha estado en mi niñez, en mi juventud, en mi boda, en mi embarazo... me ha dado penas y alegrías, he madurado junto a ella y me ha rodeado de gente maravillosa. Es sin duda, lo que más me gusta hacer. En mi memoria siempre mantendré indelebles a todas las personas que han trabajado y trabajan, año tras año, por sacar adelante esta sociedad, y en particular mis compañeros del grupo; a Pablo Luis Maza, que me enseñó a amar y ver la jota como lo hacía él; y muy especialmente a mis padres, por traerme aquí hace casi 40 años y permitirme con ello ser tan feliz. Finalmente, este premio que tanta ilusión me hace puesto que me lo otorga la que ha sido mi segunda casa durante tantos años, me gustaría dedicárselo a mi marido, por aguantarme, y a mi hijo Álvaro José, que ha sido la razón más maravillosa por la que se puede dejar aparcado el baile, pero que al mismo tiempo me reintegra a él al verlo dar sus primeros pasos en el escenario, siempre con la esperanza de que le llegue a gustar la jota tanto como a su madre”.


José Mª Prats Escriche